Thatcher sobre el milagro chileno
Por Margaret Thatcher, ex primera ministra de Gran Bretaña
(Extracto discurso en la Sociedad de Fomento Fabril, Santiago de Chile, 21 de Marzo de 1994)
Desde que el socialismo fuera derribado en 1973, Chile se ha convertido en un ejemplo señero de reformas económicas y logros materiales. Y con el regreso a la democracia, están dando ustedes un ejemplo de madurez política y reconciliación nacional.
A partir de mediados de los setenta, Chile no sólo aseguró las libertades económicas que el comunismo y la hiperinflación habían amenazado: procedió a ampliar tales libertades. Y lo hizo en clara y abierta contradicción con lo que los expertos de la época sostenían en forma categórica.
Ustedes no aumentaron el sector público, sino que lo redujeron. Ustedes ejercieron un control firme sobre el crecimiento de la masa monetaria, en lugar de recurrir a la prodigalidad en ese terreno. Ustedes redujeron los aranceles para abrir el país al comercio y su industria a la competencia. Ustedes dieron la bienvenida a la inversión extranjera cuando otros la consideraban una amenaza. Ustedes frenaron el endeudamiento y redujeron su propia deuda, no para asegurar nuevos préstamos de los organismos internacionales sino porque entendieron que las reglas básicas de la prudencia financiera que se aplican en cualquier hogar han de aplicarse en igual medida al Estado. Y han ido bastante más lejos que otros países al incorporar la competencia y la libre elección en el sistema previsional.
Evidentemente, hubo obstáculos que salvar en el camino. El proceso de privatización se vio enfrentado, en ocasiones, a variadas dificultades. En cierto momento, a mí parecer, ustedes se apartaron en algún grado de los principios de mercado al pretender fijar el valor de su divisa con un tipo de cambio irreal. También nosotros hemos comprobado, en años recientes, los nocivos efectos del tipo de cambio fijo.
Y ahora es correcto hablar del milagro económico chileno. No es sólo que su economía esté creciendo en forma acelerada y consistente, aunque dicho crecimiento sea el fundamento más seguro de una vida mejor para vuestro pueblo. Ocurre a la vez que la economía chilena es hoy más equilibrada y más diversificada. Los días en que Chile era conocido como un país que dependía en forma casi exclusiva de la exportación de cobre y los metales asociados han quedado atrás. Las exportaciones chilenas, incluyendo la gestión y administración de los fondos de pensiones y el turismo, aumentan día a día. Las frutas y verduras, el vino y el pescado satisfacen plenamente a sus clientes en todo el mundo.
Existe un argumento muy de moda que prioriza la redistribución de la riqueza por sobre la creación de la misma. Esta noción cobra aparente fuerza a partir de la miseria real que se detecta en muchos países latinoamericanos. Evidentemente, ha de haber un nivel mínimo bajo el cual nadie debiera descender, y se ha de velar por los más débiles y vulnerables, en particular por los muy jóvenes o muy viejos. Pero la redistribución no es la respuesta. Ella implica altos impuestos y en ocasiones la confiscación de la propiedad, y ambas opciones acaban castigando los esfuerzos y el talento requeridos para forjar más empresas y proporcionar con ello más empleos y crear mayor riqueza.
La experiencia chilena corrobora la de Gran Bretaña: a saber, que sólo cuando el Estado hace menos y los individuos y las empresas hacen más se generan riqueza y empleos. Por cierto, existe algún grado de pobreza en las sociedades capitalistas, pero es muchísimo mayor -y existe cuanta menos libertad- en las sociedades socialistas.
Las sociedades capitalistas crean los recursos que facilitan las condiciones de vida civilizada que todos, pobres y ricos por igual, precisan, a saber: los recursos que, en particular, permiten suministrar ese nivel educativo que se necesita para competir en el universo tecnológico y disfrutar de una calidad de vida mejor.
Otra área fundamental en la que el Estado ha de actuar con vigor es en mantener el Estado de Derecho. No pueden estar más equivocados quienes sostienen que el imperio de la ley (operando a través de una legislatura libremente elegida, de tribunales imparciales e independientes y de una fuerza política efectiva y no corrupta) es algo que interesa más al rico que al pobre. En todos nuestros países, son los sectores más pobres y más vulnerables de la sociedad los que tienen más probabilidades de ser presa fácil del crimen y la violencia, y es un sinsentido evidente sugerir que tales crímenes y esa violencia derivan del idealismo social y no de la maldad humana.
Cualquiera que llega a este país percibe cierta efervescencia en el ambiente. Con una economía vibrante y una democracia renovada, apuntaladas por un sentimiento de orgullo nacional y valores compartidos, Chile ha fijado el rumbo que podría seguir el resto de América Latina.
(Publicado en Economía y Sociedad Nº 90, Febrero-Abril 2017)