Economía y Sociedad № 97
Octubre - Diciembre 2018
Start-up Israel
Por Eugenia Iglesias, periodista (Apertura, 19.4.18, extracto)
En la década de los 80, los jóvenes emprendedores israelíes captaban no más de $60 millones de dólares al año para financiar las pruebas, el desarrollo una eventual expansión de una idea comercial a través de sus pequeñas empresas innovadoras o start-ups. En 2017, los start-ups israelíes atrajeron capital de todas partes del mundo por $5.200 millones de dólares. Esta enorme actividad financiera en torno a los start-ups innovadores, convirtieron a Israel en el segundo país del mundo, después de Estados Unidos, que tiene 75 empresas que cotizan en el Nasdaq, la bolsa norteamericana especializada en intermediar acciones de empresas tecnológicas. Israel es hoy un referente en desarrollo de tecnología de punta, sede de innovación para grandes multinacionales y uno de los mejores países para emprender.
Sin embargo, no siempre fue así. Hubo una serie de factores que permitieron a esta joven nación, rodeada de conflictos, convertirse en el Silicon Valley del Medio Oriente. Los israelíes son formados para hacerse oír y esto se refleja en la forma en que hacen negocios y crean compañías. “La disposición mental israelí es ideal para los emprendedores. Incluso los trabajadores más junior siempre se sienten libres para exponer sus ideas a sus gerentes y decirles lo que piensan”, explica Ran Natanzon, presidente de de la organización Innovación y Marca País.
En la cultura israelí, el fracaso no es una mala palabra. “Relaciono la creación de start-ups con la toma de riesgos. En muchos países los evitan. No diría que en Israel amamos el riesgo, pero lo aceptamos porque vivimos en un país con riesgos existenciales”, aclara Jon Medved, creador del Fondo OurCrowd.
La diversidad de orígenes cruza también la idiosincrasia israelí. Cada israelí tiene su propia historia. “Mi padre viene de Rumania y mi madre de Inglaterra. El padre de mi esposa vino de Yemen y su madre de Uzbekistán. Cuando muchas culturas se unen, crean nuevas ideas. Y eso se refleja desde la comida hasta las empresas”, ejemplifica Natanzon.
Las multinacionales que eligen a Israel para establecer sus centros de investigación, lo hacen por el alto grado de capacitación de sus profesionales. En la década de los 70, Intel e IBM fueron pioneras en localizar en Israel sus centros de investigación y desarrollo. Hoy son más de 300 multinacionales que eligieron Israel, principalmente, por el talento de sus profesionales.
La OECD define a Israel como uno de los países con la población más educada: “Con un 47 por ciento de las personas entre 25 y 34 años con un título terciario en 2016, Israel supera el promedio de la OECD”.
Natanzon asegura que los incentivos están puestos para que las investigaciones que se desarrollan en las universidades tengan una aplicación práctica que las transforme en un negocio comercial escalable a nivel mundial. Un caso significativo es el de Mobileye, una compañía que desarrolla tecnología avanzada de detección y procesamiento de imágenes para la industria automotriz. Fue ideada por el profesor Amnon Shashua de la Universidad Hebrea de Jerusalén y el 2017 fue adquirida por Intel en $ 15.000 millones de dólares.
El país registra un promedio anual de 14.000 nuevos emprendimientos o start-ups y, en el mismo período, cierran unas 800. Pero para una cultura que no le teme al fracaso, estos números no le asustan. Hasta el momento, los israelíes han sabido impulsar el emprendimiento y aprovechar la revolución digital. “En Europa y América Latina estamos 10 años por detrás de ellos”, advierte Martínez de Azagra, inversionista español. Sin embargo, la start-up Israel sabe que otros países están también apostando por modelos similares al suyo, por lo que no es momento de dormir en los laureles. Su talento y su historia los acompañan.