Economía y Sociedad
13 de Noviembre 2005
Propuesta de "cuentas conyugales"
Por José Piñera
La candidata presidencial Michelle Bachelet sostiene en su programa de gobierno que es necesario "mejorar el sistema de capitalización individual, no reemplazarlo”.
La ex ministra complementa de esta manera el reconocimiento que le hizo el Presidente Lagos al sistema de capitalización individual al afirmar con ocasión del lanzamiento de los multifondos: "Nos reunimos para celebrar los 21 años de un sistema que ha funcionado y que ha sido exitoso, y que ahora lo perfeccionamos porque vamos a tener cinco fondos".
Por otra parte, el jefe de gabinete del Presidente Clinton, Mack McLarty, fue aún más allá y llamó a la creación del sistema de capitalización "la madre de todas las reformas".
Y el Presidente George W. Bush sostuvo que ella es “un gran ejemplo para la reforma necesaria en Estados Unidos” en su visita a Santiago el año pasado.
Sin embargo, de la lectura del programa de Michelle Bachelet se concluye, lamentablemente, que no hay ninguna propuesta que “mejore” de manera relevante el sistema de capitalización. Más allá de diversos errores conceptuales, diagnósticos autoflagelantes, y vaguedades propositivas, el programa sólo postula ampliar la red de protección social en materia previsional, lo cual, por cierto, es esencialmente un tema de recursos fiscales sustentables.
Ahora bien, somos muchos los chilenos que compartimos una profunda y legítima aspiración a una mayor equidad entre hombres y mujeres. La postergación ancestral, la discriminación arbitraria e incluso la violencia abusiva contra ellas ha sido una realidad histórica.
Entonces, con amistad cívica, le propongo a Michelle Bachelet si es elegida Presidenta, una idea tan simple como revolucionaria: que, de ahora en adelante, la contribución de 10% de su remuneración que hace un trabajador(a) a su cuenta de ahorro para la vejez se divida por dos y se deposite 5% en la cuenta del marido y 5% en una cuenta de la mujer, ambas en la misma AFP para minimizar los costos y facilitar su control. Si ambos trabajan, se suman ambas contribuciones y se dividen por dos, y en la vejez cada uno recibe su pensión.
Todavía la mayoría de las mujeres hace su trabajo en el hogar, realizando la más trascendente y hermosa labor imaginable: cuidar y educar a los hijos. Con este cambio, cada mujer, aunque no tenga un trabajo formal, tendría su cuenta de ahorro para la vejez con la misma rentabilidad y seguridad del marido. Si una de esas mujeres fuera abandonada, no sumaria a su tristeza la ausencia de ahorro para la vejez, ya que la obligación previsional del marido persistiría, cautelada por la ley y retenida por el empleador. Además se eliminaría un tema de discusión en los juicios de divorcio.
Por supuesto, habría que realizar algunos ajustes técnicos al DL 3.500 de 1980 y definir varios temas de transición: la pensión de viudez para estas cuentas conyugales, la gradual igualación de las edades de jubilación legal, la garantía de pensión mínima como de alcance familiar y no individual, etc. Si existe seriedad y buena voluntad, esos temas se pueden resolver sin mayor dificultad.
Esta propuesta recoge una justa valoración de la igualdad del esfuerzo conyugal, es al mismo tiempo pro-mujer y pro-familia, y es propia de una sociedad más moderna y más madura. Y lo hace manteniendo intactos los pilares del sistema de capitalización y sin implicar, en su esencia, un mayor costo fiscal.