Economía y Sociedad № 102
Enero - Marzo 2020
Por qué Bastiat es mi héroe
Por Robert McTeer, economista, distinguished fellow del National Center for Policy Analysis
(Prólogo a “La Ley y otros ensayos” de Frédéric Bastiat, 2003; Extracto)
Frédéric Bastiat nació en Bayona, al sur de Francia, hace doscientos años. La producción de Bastiat fue prodigiosa, especialmente en los últimos cinco años de su vida. A través de sus escritos y charlas, y como miembro de la Cámara Francesa de Diputados, Bastiat luchó valientemente contra el proteccionismo y el socialismo de su tiempo. Hizo proselitismo en pro del libre comercio, del libre mercado y de la libertad individual. Sus armas fueron el ingenio y la sátira, su método la reductio ad absurdum. Más que cualquier otra persona antes o después, expuso las falacias económicas con una claridad, simplicidad y humor que dejaba a sus oponentes sin lugar para esconderse.
El más famoso ejemplo de la sátira de Bastiat fue su petición al Parlamento francés en nombre de los fabricantes de velas. Estaba buscando aliviarlos de “la ruinosa competencia de un rival extranjero que trabaja bajo condiciones tan superiores al nuestro en la producción de luz que está inundando el mercado doméstico a un precio increíblemente bajo”. El rival extranjero era el sol. El alivio buscado era una ley que exigiera el cierre de todas las persianas negando la entrada de la luz solar y estimular la industria doméstica de velas.
El monumento de Bastiat en Mugron, Francia, Gabriel-Vital Dubray, 1878
Luego está la falacia de la ventana quebrada de Bastiat: “Que alguien quiebre una ventana es desafortunado, pero el dinero gastado en reparar la ventana proporcionará un nuevo negocio al reparador. Él, a su vez, gastará su mayor ingreso y generará más negocios para otros. La ventana quebrada podría generar al final un auge”. Espere un minuto, advertía Bastiat. Eso está basado solo en lo que se ve. Usted debe también considerar lo que no se ve. Lo que no se ve es cómo el dinero podría haber sido gastado si la ventana no hubiera sido quebrada. La ventana quebrada no incrementa el gasto; lo desvía. ¿Obvio? Así es. Pero los políticos caen en una versión de la falacia de la ventana quebrada cada vez que evalúan el impacto de un programa gubernamental sin considerar lo que los contribuyentes hubieran hecho con el dinero por sí mismos.
Bastiat llamó la atención sobre los absurdos que resultan de favorecer a los productores sobre los consumidores y a los vendedores sobre los compradores. Los productores se benefician de la escasez y los precios altos, mientras que los consumidores se benefician de la abundancia y los precios bajos. Las políticas del gobierno que favorecen a los productores, por tanto, tienden a favorecer la escasez sobre la abundancia. El progreso viene de reducir el trabajo necesario para producir, no para incrementarlo.
Baso mi admiración por Bastiat en su brillantez como periodista económico. Es muy valiosa la habilidad de enseñar las lecciones de buena economía a la gente real y a sus representantes políticos, haciendo que la sana economía sea interesante, legible y comprensible, y usándola para derribar mitos peligrosos y sin sentido con ingenio, sabiduría y buen humor. Alguien debe enseñar buena economía en el lenguaje del hombre común y hacer el mundo más seguro para políticas económicas sanas.
La abundancia es mejor que la escasez. Más es mejor que menos, si es de algo bueno. Trabajamos para vivir antes que vivir para trabajar. Producimos para consumir, no consumimos para producir. Exportamos para importar, no importamos para exportar. Deberíamos vencer obstáculos e ineficiencias para crear riqueza y prosperidad, no crear obstáculos e ineficiencias para generar trabajo.
Entre las muchas razones para admirar a Bastiat, está su sentido del humor. Todos disfrutan el buen sentido del humor si el chiste no está dirigido contra ellos. Pero la sátira de Bastiat trasciende los chistes. Está dirigida a las malas ideas, no a la gente mala. Me deleita cuán fresco y contemporáneo suenan los escritos de Bastiat después de 150 años.
Cuando se trata de la libertad individual y la libertad, Frédéric Bastiat tenía las palabras y también la música para ellas.