Memorándum de Matthei a Thatcher
(Nota del Director. Este notable Memorándum lo escribió el 25 de Marzo de 1999 el General Fernando Matthei Aubel, ex Comandante en Jefe de la Fuerza Aérea chilena y ex miembro de la Junta de Gobierno, para conocimiento y uso exclusivo de Margaret Thatcher, ex Primera Ministra del Reino Unido. Supe por primera vez de este memorándum al leer la columna de Robin Harris, por muchos años jefe del gabinete privado de Thatcher, en el Daily Telegraph del 13.12.06 titulada “Thatcher always honoured Britain's debt to Pinochet”.
Reconociendo su importancia histórica, decidí contactar al historiador y hombre público, cuyos notables libros sobre Talleyrand y Dubrovnik había leído, para pedirle el texto completo. Convinimos una cena en el Castillo Neuwaldegg en Viena, sede de la Iniciativa Educacional para Europa Central y del Este, en cuyo Consejo Asesor participo. Harris me entregó allí una copia del original del Memorándum, sujeto a reserva por parte de Margaret Thatcher. También me explicó el contexto del memorándum (en 1999 el general Pinochet era, de hecho, un preso político del gobierno laborista británico) y me confirmó la enorme gratitud de Margaret Thatcher hacia Chile. Unos meses más tarde leí la entrevista de la revista argentina “Perfil” (24.11.09) al general Basilio Lami Dozo, ex miembro de la Junta Militar presidida por el general Leopoldo Galtieri que inició la guerra de las Malvinas, en la cual el ex jefe de la Fuerza Aérea argentina confiesa que Chile habría sido atacado después si tenían éxito en las Malvinas. Consideré entonces indispensable dar a conocer este Memorándum, pues refleja la seriedad, prudencia y visión con la que actuó el gobierno chileno en ese dificilísimo momento. Cabe recordar que, derrotado Galtieri, cayó su gobierno, se evitó una horrenda guerra vecinal, y dos años después se firmó el Tratado de Paz y Amistad de 1984 entre Chile y Argentina. Por eso, visité unos días después al General Fernando Matthei, quien me autorizó para publicar su Memorandum, originalmente escrito en inglés. La traducción es nuestra).
En los primeros días de Abril de 1982, poco después de la invasión argentina a las Islas Falkland, el Jefe de Inteligencia de la Fuerza Aérea de Chile me informó que un Comandante de Ala de la Real Fuerza Aérea (RFA) de Gran Bretaña había llegado a Chile con un mensaje personal del Jefe del Estado Mayor de la RFA y requería una reunión inmediata.
Lo recibí inmediatamente. Era el Comandante de Ala Sidney Edwards, quien me presentó de inmediato sus credenciales y me preguntó si estaría dispuesto a colaborar con Inglaterra en ese momento crítico. Ellos requerían ayuda, principalmente, en temas de inteligencia. Como nunca habían considerado a Argentina como enemigo potencial, carecían de información de inteligencia sobre dicho país. También me señaló que tenía poderes suficientes para negociar directamente cualquier requerimiento urgente de aviones, repuestos u otro equipamiento que la Fuerza Aérea chilena necesitara, con el objeto de fortalecer nuestras defensas ante la amenaza Argentina. Además, me señaló que deberíamos evitar los canales diplomáticos. Y me especificó que ni el Embajador británico ni el Agregado de Defensa tenían conocimiento alguno de él y su misión. Le señalé que antes de comprometer nada, tenía que, por cierto, conversar el tema con el General Pinochet y obtener su aprobación.
Conversé con el General Pinochet quien no se sorprendió en absoluto del requerimiento británico. Lo analizamos cuidadosamente y reflexionamos sobre sus posibles consecuencias. El autorizó la operación con la condición que bajo ninguna circunstancia los ingleses podrían montar ninguna operación contra Argentina que utilizara territorio chileno. En esa reunión no estaba presente ninguna otra persona. Nuestro equipo de inteligencia le dio un completo informe al Comandante Edwards sobre la Fuerza Aérea Argentina. Le dimos libre acceso a nuestro centro de operaciones en Punta Arenas, donde nosotros monitoreábamos todas las operaciones de la Fuerza Aérea argentina a través de nuestro radar de largo alcance y nuestro equipo de comunicaciones basado en tierra. El Comandante Edwards portaba una radio con comunicación satelital directa al Comando de la Fuerza Británica. Durante Abril de 1982, trabajamos mano a mano con los ingleses. Un avión Nimrod de la RFA voló a Chile para efectuar misiones electrónicas y de comunicaciones de mutuo beneficio. Como voló sobre territorio chileno, consideré que no estábamos violando la condición impuesta por el General Pinochet de no utilizar suelo chileno.
La RFA embarcó también a Chile seis aviones Hawker Hunter desarmados a bordo de un avión aerotransportado C-130. Otro C-130 trajo un radar militar de largo alcance que nosotros instalamos, de acuerdo con los ingleses, en frente de Comodoro Rivadavia. Me gustaría señalar que los aviones C-130 volaron vía Tahiti e Isla de Pascua, ya que en ese momento ningún país sudamericano permitía que aviones británicos sobrevolaran su territorio.
No debemos olvidar que Chile fue el único país de América Latina que no apoyó a Argentina en la guerra contra el Reino Unido y que, en ese momento, el presidente de Chile era el General Augusto Pinochet.
Así, cuando la Fuerza de ataque británica llegó a las aguas australes, todo estaba funcionando correctamente. Cuando el 1° de mayo los británicos atacaron, nosotros fuimos capaces de proveer al Comandante de la Fuerza de Ataque con información, minuto a minuto, de la reacción Argentina. Eramos capaces de detectar los aviones argentinos al momento que despegaban y monitorear su vuelo y sus comunicaciones, ya que transmitían con voz clara. Seguimos la ruta de los aviones hasta 80 kilómetros mar adentro. De esta forma, la Fuerza de Ataque británica estaba tempranamente advertida de los ataques argentinos y, así, eran capaces de preparar sus defensas y poner en vuelo a sus aviones para interceptarlos.
Fui informado inmediatamente de todas las operaciones que se llevaban a cabo y pude seguirlas desde mi oficina. Toda información importante la entregué al General Pinochet. El constantemente revisaba lo que estábamos haciendo y estaba muy interesado en lo que estaba ocurriendo. El único yerro que tuvimos fue cuando un helicóptero británico que transportaba a fuerzas comando, aterrizó de emergencia en territorio chileno a pocos kilómetros de Punta Arenas. Nosotros desconocíamos esta operación y como violaba uno de los principios que habíamos establecido, tuvimos una fuerte discusión con el Comandante Edwards quien prometió que esto no volvería a ocurrir más. Mientras se incendiaban los restos del helicóptero, todos en Punta Arenas y, después en Argentina, se enteraron del caso del misterioso helicóptero. Inmediatamente informé al General Pinochet. El me dio las instrucciones pertinentes en orden a negar cualquier conocimiento por parte de Chile sobre este incidente y se me dejó en libertad de acción para ayudar a la tripulación inglesa a salir de Chile. A través de sus propios canales de radio, se le ordenó a la tripulación inglesa entregarse a una instalación claramente especificada de la Fuerza Aérea chilena. Desde allí los embarcamos en un vuelo comercial con destino a Inglaterra.
Me gustaría mencionar otro evento de importantes consecuencias. El 8 de junio, casi al final de la guerra, dos barcos de transporte, “Sir Gallahad” y “Sir Tristam”, fueron atacados y destruidos por bombarderos argentinos con gran pérdida de vidas. Ese día, después de varios meses de operación continua, nuestro radar de largo alcance había sido apagado para efectuarle una mantención indispensable. Uno sólo puede especular cómo le habría ido a la Fuerza británica si no hubiera dispuesto de los avisos, con media hora de antelación, provistos por la inteligencia chilena respecto de los ataques argentinos.
Para terminar, quisiera señalar que esta cooperación no ha sido nunca mencionada antes y no hubiera sido nunca mencionada si no hubiera sido por la injusta situación en que se encuentra el General Pinochet en el Reino Unido. Un país que él ayudó en un momento de necesidad y cuando ningún otro país de América Latina estaba dispuesto a hacer nada a favor del Reino Unido.
Fernando Matthei Aubel
Ex Comandante en Jefe de la Fuerza Aérea de Chile
P.D. Este libro confirma completamente el relato de este Memorándum: