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Tribuna

Economía y Sociedad № 90
Febrero - Abril 2017

Me equivoqué con Brexit

Por Niall Ferguson, historiador, Hoover Institution on War, Revolution and Peace, Stanford University

Las tres palabras que usted tiene pocas probabilidades de escuchar de boca de un académico son “yo me equivoqué”. Pues bien, como reconocí la semana pasada, yo me equivoqué al argumentar en contra de Brexit. No estoy tratando de decir que “me hubiera gustado haber apoyado a la opción ganadora”.  Lo que quiero decir es “me hubiera gustado mantenerme fiel a mis principios”.

 

Por años he argumentado que Europa se convirtió en la civilización más dinámica del mundo después del año 1500, en parte debido a la competencia y a la fragmentación política entre múltiples estados independientes.  También he argumentado que el imperio de la ley -y específicamente la ley común inglesa- fue un pilar fundamental para expandir la civilización occidental.

 

Fui un leal Thatcheriano. Y un orgulloso euroescéptico. ¿Qué me movió entonces, se preguntaron mis amigos, a apoyar la opción REMAIN en el plebiscito sobre la pertenencia a la Unión Europea? Parte de la respuesta es que me convencí sinceramente que los costos del Brexit serían superiores a sus beneficios. Muy livianamente adopté las proyecciones catastróficas de una recesión post Brexit que efectuaban el Fondo Monetario y el Departamento del Tesoro, entre otros. 

 

Acusé a los proponentes del Brexit de ser chauvinistas. Mi más extrema analogía fue comparar el Brexit con un divorcio. Extrema no porque sea una mala analogía (en realidad es bastante buena), sino porque yo soy divorciado.

 

Por otra parte, 14 años viviendo en Estados Unidos pasan la cuenta. Desde los años 60, los norteamericanos han promovido que los británicos se mantengan dentro de la Unión Europea para contrarrestar a los franceses, en quienes no confían. Yo empezé a pensar de la misma forma. Pero un factor más importante -debo admitirlo- fue mi amistad personal con David Cameron y George Osborne. Por primera vez en mi carrera, escribí acerca de un tema en el que tenía dudas, para ayudar a mis amigos a permanecer en el poder. Me equivoqué y me arrepiento.

 

La realidad es que los líderes de la Unión Europea se merecían Brexit y los votantes ingleses, correctamente, aprobaron Brexit. Primero, las advertencias que yo y otros hicimos en los años 90 respecto de las fallas de la unión monetaria Europea han sido plenamente justificadas.  Segundo, la supuesta política exterior común de Europa ha sido un fracaso. En la “primavera” árabe, los gobiernos europeos intervinieron de una forma que hizo al invierno islamista mucho peor. En Ucrania, los gobiernos europeos trataron de lograr un buen resultado sin tener la credibilidad para detener a los rusos.

 

Tercero, las instituciones de la Unión Europea no manejaron bien la crisis financiera. Hoy, mucho después que los bancos de Estados Unidos retornaron a la normalidad y la economía volvió a crecer, la crisis bancaria continúa en Italia.   

 

Y eso no es todo. El año pasado los líderes de la Unión Europea -y, especialmente, Angela Merkel- crearon un caos con la crisis de los refugiados por la guerra civil de Siria, y la convirtieron en una crisis migratoria gigantesca. Fracasaron en asegurar las fronteras. Y fallaron completamente en advertir la oposición de la ciudadanía -no sólo en Gran Bretaña- a las consecuencias del tránsito sin control de personas entre los países.

 

Prometer un plebiscito no fue un error de Cameron. Esta promesa fue posiblemente crucial para ganar la reelección en 2015. Su error fue aceptar los términos risibles que los líderes europeos le ofrecieron respecto de los requisitos para que los migrantes recibieran beneficios, en lugar de levantarse de la mesa y anunciar que haría campaña a favor del Brexit. Y mi error fue no presionar para ello. 

 

Mi arrepentimiento ha sido recibido con casi iguales cuotas de alegría y ridículo. Este es el destino de los que admiten un error: el cuervo es el menú del día y lo será por muchas semanas más. El punto clave es: ¿he aprendido lo suficiente como para continuar siendo leído en el futuro?

 

Desde Junio, el debate en Inglaterra parece haberse estancado. Muchos que votaron REMAIN pierden su tiempo soñando cómo descarrilar al Brexit. Los que votaron por el Brexit, mientras tanto, se están dividiendo igual que los protestantes del siglo 19 sobre qué tan “fuerte” debería ser el Brexit. Pero todos parecen indiferentes a que el resultado del plebiscito removió los cimientos del Continente, cuyas plenas consecuencias no se han sentido aún. Detrás de la rígida máscara de Michel Barnier y otros representantes de la Unión Europea, el resto de los europeos están en estado de agitación similar al populismo que produjo Brexit y Trump.

 

No creo que se produzcan otros “exits”: No habrá Grexit, ni Italexit, ni Nexit, ni Frexit. Pero sí creo que se producirán grandes cambios políticos en Europa. Este proceso de cambio ya está en marcha, después de la derrota de Matteo Renzi en otro plebiscito. Después los cambios vendrán en Holanda, donde la condena a Geert Wilders aumentará su popularidad.

 

Y en Mayo, viene la elección presidencial en Francia. ¿Podría ganar Le Pen? Pregúntenle a los expertos en encuestas y le dirán que “no”. Pero recuerden que sus colegas dijeron lo mismo de Brexit y Trump. Grecia se moverá hacia la derecha. Incluso Merkel, con su llamado a prohibir la Burqa, sabe que debe virar hacia la derecha si quiere sobrevivir políticamente.

 

Me equivoqué respecto de Brexit y me equivoqué por malas razones. Pero ya comenzó el proceso de divorcio y es un alivio estar de vuelta en el lado correcto.

 

¿Las buenas noticias? No sólo yo me equivoqué respecto de Brexit. También se equivocaron los líderes europeos. Y la gente lo sabe.

Para Segunda Lectura
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