La Constitución, el día decisivo
Por José Piñera (El Mercurio, 8 de agosto de 2008; Extracto)
El viernes 8 de agosto de 1980 tuvo lugar un consejo extraordinario de gabinete durante el cual se dio el paso irreversible hacia la democracia en Chile. A mediodía, todos los ministros de Estado esperábamos al presidente y a los miembros de la Junta de Gobierno. Encima de la mesa, el proyecto de la nueva Constitución que establecía un itinerario concreto para el restablecimiento de la democracia. En el momento en que ese texto estuviera firmado por las 20 personas que estábamos allí reunidas, el proyecto de refundación de Chile habría dado un paso gigantesco.
En el trienio clave 1978-80 ya se había logrado profundizar el modelo económico y avanzar en el proyecto de “las siete modernizaciones”, que permitiría a Chile derrotar la pobreza y el subdesarrollo. Pero ahora se enfrentaba un desafío tan inmenso como complejo: romper con el inmovilismo político y prevalecer sobre poderosos grupos cercanos al gobierno que se oponían al itinerario de entrega del poder que establecía el proyecto de Carta Fundamental. La batalla interna fue larga, dura y difícil, y se complicaba aún más por las acciones del terrorismo de izquierda, que solo tres semanas antes había asesinado al director de la Escuela de Inteligencia del Ejército.
Firmado el proyecto de nueva Constitución, de ahí en adelante todo resultó de acuerdo al “plan maestro” de la transición: la aprobación de la Constitución en el plebiscito del 11.9.80, la inauguración del gobierno constitucional el 11.3.81, la construcción de las “instituciones de la libertad” (a través de las LOCs) en los años siguientes, la realización de un plebiscito presidencial el 5.10.88, la elección presidencial del 14.12.89, y finalmente, el 11.3.90, la entrega del poder a la sociedad civil en estricto acuerdo con el proceso pacífico y constitucional sellado aquel 8.8.80. Dos eventos adicionales fueron providenciales: el plebiscito del 30.7.89 que aprobó con un 91% de los votos la Constitución reformada y la caída del Muro de Berlín el 9.11.89, a solo cuatro meses del fin de la transición, que descorrió el velo del monumental fracaso del socialismo y selló el posterior derrumbe de la Unión Soviética.
El 11 de marzo de 1990 fue una epifanía. En Chile concluía una exitosa y excepcional transición a la democracia. Debido a que su motor había sido el propio gobierno de reconstrucción nacional, se consolidaba su legado histórico: el modelo económico, las modernizaciones sociales y la Constitución del 80. Y en el mundo se abrían horizontes inmensos para nuestras ideas y experiencias.
Tal como lo había hecho 12 años antes al aceptar ser ministro de Estado, esa noche releí el aviso con el cual Ernest Shackleton habría reclutado a los miembros de su expedición a la Antártica: “Se necesitan hombres para un viaje peligroso. Salario bajo, frío penetrante, largos meses de completa oscuridad, peligro constante, regreso sano y salvo dudoso. Honor y reconocimiento en caso de éxito”.
(Nota EyS. Cinco días después, el 13.8.08, el diario El Mercurio publicó esta carta del Embajador de Estados Unidos en Chile durante esos años).
Señor Director:
He leído con gran interés el artículo de José Piñera titulado “8 de agosto: El otro día decisivo”, publicado por su diario. Como Ud. bien sabe, fui embajador de los Estados Unidos en Chile en los años en que se desarrollaban esos proyectos. No obstante el hecho de que yo tenía graves pugnas con el gobierno sobre el caso Letelier, quisiera destacar que fui testigo de primera línea acerca de cómo José Piñera y este grupo de economistas de sólidas convicciones liberales transformaron a Chile en una sociedad libre, luchando por la libertad, la democracia y los derechos individuales en las más difíciles condiciones externas e internas.
George W. Landau, embajador de los Estados Unidos en Chile, 1977-1981