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Dossier La batalla por Chile

Economía y Sociedad № 102
Enero - Marzo 2020

En defensa del modelo

Por Gonzalo Cruzat V., abogado (El Mostrador, 5.11.19; Extracto)  

Soy un defensor del modelo económico y social chileno, así como del proceder de nuestras fuerzas de orden y seguridad con ocasión de las inusitadas y salvajes marchas que han afectado a nuestro país las últimas dos semanas. Nada justifica lo desquiciado de lo ocurrido, en parte, liderado por la anarquía y el mundo narco, así como por la brisa bolivariana que rige las huestes del Frente Amplio y a los comunistas de siempre. Lo sorprendente de todo esto es que los manifestantes no superan ni el 5% de la población votante.
 

Todo esto estaba preparado, qué duda cabe, para ejecutarse durante la cumbre APEC. Pero hechos y circunstancias lograron que el estallido aflorase con anterioridad a lo previsto. Lamentablemente, la inteligencia no fue capaz de preverlo. Pero eso no quita la magnitud de la locura que se avecinó. Verdaderas barras bravas asolando las principales ciudades del país, afectando sus medios neurálgicos, el transporte y la cadena de alimentos.
 

Bajo este escenario, carnavalesco, era de esperar que el proceder de las fuerzas de seguridad y orden fuera sobrepasado. ¿Cómo es posible que haya quienes no vean que las fuerzas, en particular las policías, son violentadas y no al revés?, ¿Hasta dónde llega la ingenuidad?, ¿No han visto cómo incendian edificios y estaciones de metro y acto seguido tiran piedras, o bien otros simulan ser objeto de ataques armados? Creo que a veces es mejor callar una premeditada aversión al proceder de las fuerzas de seguridad.
 

Trabajo en el centro de Santiago y he caminado al medio de las marchas todos los días, desde Nueva York hasta Santa Lucía, y veo, a diario, cómo la marcha está llena de manifestantes “borrados” en la droga y el alcohol, con un pañuelo en la boca y la bandera mapuche, como si se tratara del mismo Lautaro. He visto, y he enfrentado estas masas de jóvenes, en el metro y en la calle, en defensa del orden per se, primero, como de las fuerzas de seguridad, donde no espero que me traten de los suyos, pero tampoco espero, observando su actuar, que esa masa sea tratada como blancas palomas, cuando bien sabemos no lo son.
 

Por otra parte, se le echa la culpa al modelo, cuando es éste el origen de nuestro bienestar. He sido crítico de los graves atentados de la libre competencia ocurridos en nuestro país, los he denunciado y he asumido la defensa de asociaciones de consumidores. Conozco los sinsabores y los defectos del actuar de los monopolios y de la lesión al bolsillo de los sectores más postergados. Y comulgo plenamente con dicha molestia.
 

Pero este modelo ha traído beneficios impensados para nuestro país. Basta leer un poco de literatura para quienes están en sus casas dictando cátedra, o bien, ver la primera semana de marcha, los vestuarios y utensilios de los manifestantes. Se los quisiera uno. Y para peor, quejándose, cuando no tienen problema en pagar más de 100 mil pesos para ir al recital de turno, dando muchos de ellos cuenta de una inconsecuencia brutal.
 

Qué duda cabe que el modelo económico y social chileno presenta algunos problemas. La solución no pasa por el cambio de la Constitución. No pasa por destruir un país en dos semanas. Menos por entregárselo a una minoría de energúmenos quienes, actuando al amparo de la violencia, han pasado a llevar ciudades enteras y, para peor, no han ganado elección popular que los respalde. El programa de Alejandro Guillier perdió por paliza, y este país no se ha derrumbado desde aquella elección como para que los antes derrotados  se erijan como vencedores hoy, llamando irónica y erróneamente a la “desobediencia civil”.
 

Solo tengo palabras de agradecimiento cuando veo y converso con nuestra policía, PDI y miembros de las FF. AA. Se les nota agotados e incomprendidos. Y si han cometido errores y excesos nada de ello obnubila el proceder que, en su gran mayoría, es adecuado y necesario para que este país restablezca el orden pronto y luego se trabaje mancomunadamente en la búsqueda de la prosperidad y la paz.

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