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Editorial

Economía y Sociedad № 97

Octubre - Diciembre 2018

El "ascensor social" chileno

Desde París ha llegado una noticia sorprendente. Chile es el país con el “ascensor social” más potente de la OECD. Como lo muestra el impresionante cuadro que llevamos en la Portada, los hijos de los pobres en Chile no solo pueden llegar a lo más alto de la escala social, sino que lo hacen con mayor frecuencia que en cualquiera de los países más desarrollados del mundo. En efecto, el cuadro indica que un 23% de la población ha subido desde el cuarto hasta el primer cuartil de ingresos (desde el 25% “más pobre” al 25% “más rico”) y que Chile es el número 1 en este indicador clave de movilidad social.

 

Chile es ya famoso en el mundo entero como el país emblemático del modelo de libre mercado. Este nuevo estudio de la OECD, junto con los demás indicadores del éxito social del modelo (ver editorial), también convierte  a Chile en un país emblemático de la movilidad social. Este “descubrimiento” derrumba el mito de que el modelo económico chileno beneficia a unos pocos y no a la gran mayoría de la población, mito que ha sido clave en distorsionar las políticas públicas de los últimos 28 años y que culminó en el nefasto “programa de la retroexcavadoras”.

 

Hay que recordar que este mito ha sido permanente. Desde temprano, los opositores al modelo económico de libre mercado comprendieron que no podrían atacar la prosperidad extraordinaria que traería esta histórica transformación. Tuvieron que recurrir a una cadena de mitos. Primero, fue el “costo social” del Plan de Recuperación de 1975. Dados los desequilibrios gigantescos que dejó el gobierno de la Unidad Popular, ahora ya es evidente que este Plan salvó a Chile de una catástrofe y minimizó el impacto de la crisis en la población. 

 

Después, fue el mito de que el modelo económico beneficiaría “solo a los ricos” y que incluso habría creado “5 millones de pobres”. Cuando los datos mostraron la caída en picada de la pobreza en Chile, desde aproximadamente 50% a 8% de la población, lo que convirtió a Chile en el país de menor pobreza de América Latina, a este mito se le clavó una estaca en el corazón.

 

La crítica se trasladó entonces hacia “la desigualdad social” (“hay cada vez menos pobres, es verdad, pero los “ricos” también están mejor”). Aparte de la debilidad de este concepto (los niños del Sename han muerto de pobreza, no de desigualdad), los estudios del profesor Sapelli demuestran que el índice Gini ya cayó de 0,58 en 2000 a 0,50 en 2013 y continuará bajando a 0,35, incluso menor que el 0,49 de Estados Unidos, porque las generaciones jóvenes tienen un Gini mucho menor que las generaciones viejas.

 

¿Cómo se explica que Chile tenga este potente ascensor social? Resulta que el modelo tiene decenas de características que crearon oportunidades y eliminaron obstáculos de larga data a la movilidad social. Así, por ejemplo, la legislación de 1981 permitió crear institutos profesionales y universidades privadas lo que hizo posible aumentar de 120.000 a 1.200.000 los jóvenes que acceden a estudios técnicos y universitarios. Cinco de cada seis de esos jóvenes son primera generación que asiste a la educación superior. Por otra parte, las “leyes rastrillo” eliminaron múltiples trabas a la libertad de trabajo que atentaban en contra del ascensor social como los carnets sindicales y las prohibiciones para trabajar (ver “Más ‘leyes rastrillo’”, EyS Nº 93, octubre - diciembre 2017).

 

¿Qué consecuencias para las políticas públicas tiene el hecho de que exista este potente ascensor social? Desde ya, la Ficha CAS, que se utiliza para asignar subsidios, debiera actualizarse cada vez con mayor frecuencia, ya que muchos de los pobres que ameritan subsidios dejan de ser pobres y muchas veces subdeclaran ingresos para seguir utilizando la red asistencial sin necesitarlo. Por otra parte, este resultado prueba que la política de gratuidad universal universitaria debe revertirse. De otra manera, se regalará la educación superior a alguien que casi con seguridad estará gran parte de su vida en el 20% de mayores ingresos del país. Difícilmente se podría haber creado un subsidio más injusto.

 

Para que el ascensor social lleve a los chilenos hacia niveles cada vez más altos de ingresos, hay que aprovechar al máximo las oportunidades que brinda la revolución  educacional que está ocurriendo en el mundo (ver editorial).

 

Lo que queda clarísimo es que, desde ahora, nada ni nadie podrá ocultar la maravillosa noticia que nos ha llegado, “of all places”, desde la capital de Francia.

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