Cuatro elecciones y ¿un funeral?
Es un error sobrestimar la trascendencia del plebiscito de octubre impuesto por la clase política. Desde ya es solo la “entrada” a un proceso de incierto destino (a un alto costo económico y social), tendrá un fuerte déficit de legitimidad (pues será resultado de la violencia y realizado durante un estado de catástrofe y de pandemia), y será inconclusivo en su significado (dada la insólita neutralidad del gobierno y el oportunismo de varios políticos de Chile Vamos).
Abramos una conversación acerca de los hitos políticos futuros suponiendo que este 25 de octubre prevalece una mayoría a favor de la ilusión de que una nueva Constitución resolvería todos sus problemas (esa es “la oferta” del Apruebo en la franja televisiva) y a favor de una Convención 100% elegida. Bajo este supuesto, vienen 4 elecciones claves y una Convención que sesionaría entre mayo 2021 y abril 2022. Veamos.
• 11.4.21. Elección de 155 “Convencionales Constituyentes”. Dadas las reglas definidas por los actuales parlamentarios, es casi seguro que tendrá una composición partidista similar al actual Congreso. La novedad será la existencia de una bancada del nuevo Partido Republicano y quizá la fragmentación de la extrema izquierda. En este caso, el cientista político Kenneth Bunker realizó una proyeccion en la que la ultraizquierda (FA+exFA+PC) obtendría solo 38 convencionales, menos del tercio requerido (52) para imponer un veto.
• 1.5.21 (fecha estimada). Inicia sesiones la “Convención Constituyente de la Hoja en Blanco”. Se requerirán 104 votos (según el quórum de 2/3) para aprobar un artículo. Es probable que la dinámica sea de confusión, polarización e intimidación. Es presumible una feroz disputa por el Reglamento seguida por un festival de demagogia acerca de los derechos sociales que han prometido caerán del Cielo. Será la tormenta perfecta que azotará una economía estancada y fragilizada por la violencia y la pandemia, la peor combinación para que repunten la inversión, el empleo y el crecimiento. Como los diez pilares económicos de la Constitución que han contribuido a los 40 años de prosperidad estarán en juego (ver Economía y Sociedad Nº 102, Enero - Marzo 2020), la inversión se paralizará hasta que los agentes económicos comprueben si el texto repone todos, algunos o ninguno de ellos, en el nuevo proyecto que se conocerá el 2022.
• 21.11.21. Elección de Diputados y Senadores. Como operará por primera vez la reforma constitucional que limitó a dos períodos la reelección, con efecto retroactivo, estarán impedidos de repostularse 37 diputados y 13 senadores (Girardi, Navarro, Letelier, Pizarro, Allende, Lagos, Quintana, Bianchi, Allamand, Coloma, Chahuán, Pérez y García Ruminot). Por lo tanto, se abre la posibilidad de una importante renovación. Es la hora de que independientes con activa participación en los medios y vocación de servicio público decidan jugarse por Chile postulando al Congreso.
• 19.12.21. Elección presidencial (2ª vuelta tras la 1ª el 21.11.21). El mejor escenario para una renovación de la política sería un balotaje entre José Antonio Kast y Daniel Jadue. El líder del partido Republicano aventajaría sin duda alguna al alcalde del partido Comunista. Gobernando sin complejos en la línea de los Chicago Boys, un presidente Kast relanzaría el crecimiento y la prosperidad y al mismo tiempo aseguraría el respeto al Estado de Derecho.
• Julio 2022 (fecha estimada). Plebiscito sobre proyecto de Constitución. Visualizamos 3 escenarios sobre el texto que iría a plebiscito: 1) Se mantiene la esencia de la actual Constitución, con ajustes razonables y nuevas firmas; 2) Se entrega una Constitución típica del Tercer Mundo (debilitamiento de derechos frente al Estado, derechos sociales incumplibles, rigideces institucionales, etc); 3) Se avanza hacia el modelo venezolano (expropiación fondos pensiones, impuesto patrimonial, ley mordaza). Un cuarto escenario ocurriría si no hay acuerdo en torno a un proyecto mínimamente coherente y fracasa la Convención. En los 3 primeros casos, habría al final, de hecho, un plebiscito entre la “Constitución de la Convención” (hija de la violencia y de los partidos políticos) y la “Constitución de 1980-1989-2005” (madre de 40 años de paz y prosperidad). El escenario del fracaso de la Convención concluiría con una suerte de “funeral vikingo” a este proceso y a la clase política que inició esta “locura constituyente”. Y la actual Constitución, recargada, seguiría vigente.
Lo extraordinario sería que todo este proceso y sus circunstancias, aunque de altísimo costo para el país y cargado de riesgos, resultare ser la gran oportunidad para producir el golpe de timón que necesita la política y la economía. Como afirmó Ben Gurion, “un hombre que no cree en milagros no es un hombre realista”.