Cómo se creó el sistema de
capitalización en Israel
Por Moshe Manor, doctor en Economía, Jerusalem College of Technology (Economic and Business Review, marzo 2020; Extracto)
Hasta 1985 la economía israelí era casi socialista, con una fuerte intervención del Estado que la llevó al borde del colapso. Entre 1980 y 1984 el déficit fiscal se disparó a un 13,2% del PIB y la inflación anual alcanzó un record de 400%.
A partir de 1985, el ministerio de Hacienda, en acuerdo con los principales partidos políticos, lideró un programa de estabilización que incorporó cambios estructurales a la economía israelí, especialmente un nuevo sistema de capitalización individual para las pensiones que reemplazó al quebrado e injusto sistema de reparto. El programa abrió la economía al exterior, facilitó la inversión extranjera, redujo la participación del Estado en la economía y promovió el desarrollo privado de avanzadas tecnologías.
Los profundos cambios hacia la libertad económica fueron liderados por destacados personeros del ministerio de Finanzas y del Banco de Israel, así como por economistas formados en prestigiosas universidades norteamericanas.
También participaron en el diseño del programa políticos muy influyentes y bien informados de ambos partidos. El exitoso ejemplo chileno de crear un sistema de capitalización individual para las pensiones fue decisivo.
Los principales objetivos de introducir un sistema de capitalización fueron estabilizar las cuentas fiscales y desarrollar un potente mercado de capitales, así como aumentar la cobertura social y disminuir la pobreza. También, transformar un sistema deficitario que prometía beneficios, a uno capitalizado en base a contribuciones definidas en que los fondos de los trabajadores están invertidos en el mercado de capitales.
Al igual que Chile, Israel cerró la puerta a que los nuevos trabajadores se incorporaran al sistema de reparto. La cobertura de la seguridad social aumentó de 35% en 2009, con régimen de reparto, a 78,2% en 2018, con sistema de capitalización.
La contribución total al sistema de capitalización y desempleo alcanza a un 20,5% de la remuneración, de los cuales 7% es aportado por el trabajador y 7,5% por el empleador. El empleador también aporta un 6% como provisión para cubrir remuneraciones en caso de desempleo; si el trabajador no lo utiliza, el 6% se acumula para su pensión.
Al jubilar los trabajadores pueden retirar de una vez el monto de capital que exceda a una pensión mínima, lo que libera al Estado de compromisos financieros futuros.
Los fondos de pensiones administrados por el sector privado alcanzan a $400.000 millones de dólares, superando al PIB que en 2019 llegó a $371.000 millones de dólares. Entre 2001 y 2019, la rentabilidad real promedio alcanzó a 6,04% anual. Las comisiones han disminuido desde 1,1% en 2005 a 0,5% en 2018, gracias a licitaciones similares al sistema chileno por las cuales los jóvenes que ingresan a la fuerza laboral se adhieren a una administradora que ganó a ese segmento mediante una licitación pública en que ofreció la menor comisión del mercado.
La sociedad israelí valora el sistema de capitalización para las pensiones por su seguridad, su rentabilidad y su transparencia. En ello juega un rol clave que los israelitas son educados desde muy temprana edad en el ahorro y en la inversión, es decir, en temas financieros.
En los últimos 30 años, los resultados económicos de Israel son impresionantes. El PIB por persona aumentó más de 3 veces, de $12.500 dólares en 1990 a $41.700 dólares en 2018. La deuda pública descendió dramáticamente de 138% del PIB a 61%.
La libertad económica condujo a Israel al desarrollo, lo transformó en una potencia exportadora y convirtió al país en líder mundial de innovación tecnológica.