Brasil: Estado y Corrupción
Por Mary O’Grady, columnista The Wall Street Journal
Odebrecht, el gigante brasileño de la construcción, y su empresa afiliada Braskem, hicieron historia en Diciembre pasado cuando, en una Corte Federal de los Estados Unidos, se declararon culpables de sobornar, durante 15 años, en 12 países y 3 continentes.
La Corte norteamericana se declaró competente para conocer este caso porque estas empresas utilizaron para sobornar el “sistema bancario de los Estados Unidos” y porque violaron la ley norteamericana referida a prácticas corruptas por parte de extranjeros (U.S. Foreign Corrupt Practices Act).
Ambas compañías, bajo la ley norteamericana, acordaron pagar multas por 3.500 millones de dólares a los Estados Unidos, Suiza y Brasil. El record anterior de pago de multas por corrupción lo tenía Siemens, empresa de ingeniería alemana, que acordó pagar sólo 1.600 millones de dólares en 2008.
La complejidad y alcance de la conspiración de Odebrecht-Braskem es impresionante. Pero en su Brasil original, donde la política y los negocios han tenido por décadas una relación simbiótica, no lo es tanto.
Una lista creciente de investigaciones en todos los niveles del gobierno brasileño, sugiere que estas prácticas de los contratistas son parte de la cultura política.
Odebrecht y Braskem salvaron todo tipo de obstáculos con el fin de ganarse el favor de la clase política, que es donde está el dinero y donde, frecuentemente, el Estado tiene un poder sin contrapeso.
Esto ocurre debido a una percepción muy difundida, promovida en las escuelas del Estado, que mientras los codiciosos empresarios buscan las utilidades, los políticos son moralmente correctos por cuanto “sirven” el interés público.
Nadie fue mejor en perpetuar este mito que el ex presidente brasileño, Lula da Silva. Los sufridos trabajadores que vieron en él a su salvador, ahora pagarán la cuenta de esta corrupción desatada.
Otra víctima es el imperio de la ley. Si los políticos son ladrones, ¿por qué debería pagar mis impuestos o cumplir las regulaciones? Llámela el derrame de la corrupción.
Esta corrupción generalizada se inició en lo más alto del gobierno, con Petrobras, la empresa estatal de petróleo y con el opaco Banco de Desarrollo Nacional conocido como BNDES.
En 2014, fiscales brasileños comenzaron a investigar una empresa de lavado de autos en Brasilia. La corrupción de Petrobras descubierta por la “Operación Lavado de Auto” fue sólo la hebra suelta de un esquema mucho mayor. Dejó al descubierto la falsedad de la narrativa de Lula que Petrobras era un bien cuidado tesoro nacional, administrado para el beneficio de los brasileños.
Petrobras llevó también a los fiscales a descubrir la red de corrupción establecida por Odebrecht y Braskem, dos compañías que se benefician del financiamiento de BNDES.
Más aún, como informa la periodista de The Wall Street Journal, “el caso Lavado de Auto ha impulsado a los fiscales locales a investigar cientos de escándalos de sobornos, paralizando varias ciudades del país”.
Entre 1995 y 2003, durante la presidencia de Fernando Henrique Cardoso, técnicos liberales de su gobierno intentaron evitar las influencias políticas en Petrobras por la vía de ofrecer participaciones minoritarias a inversionistas privados y profesionalizar su directorio y plana ejecutiva.
Lula, que sucedió a Cardoso, acusó que este esquema liberal equivalía a entregar el patrimonio de los brasileños a los perversos capitalistas. Así, Lula y su Partido de los Trabajadores llenaron a Petrobras de ejecutivos políticos y dominaron el directorio de la compañía.
Un contratista importante de Petrobras era Odebrecht. Ambos, Odebrecht y Braskem, en sus declaraciones de culpabilidad, sin dar nombres, describen a las personas clave en los esquemas para sobornar. En ambos casos, hay al menos un “ejecutivo de Petrobras”, y más de un político.
La declaración de culpabilidad de Braskem señala a dos miembros de “alto nivel” del poder ejecutivo y a dos ministros del gobierno. Petrobas ha señalado que está cooperando con los fiscales brasileños.
La declaración de culpabilidad de Odebrecht describe a una red de compañías fantasmas y a una unidad especial de la empresa denominada “División de Operaciones Especiales”. Una declaración pública del Ministerio de Justicia norteamericano en Diciembre, llamó a esta División, “Departamento de Sobornos”.
La declaración de culpabilidad de Odebrecht señala que, entre 2001 y 2016, pagó $ 788 millones de dólares en sobornos en Angola, Argentina, Colombia, República Dominicana, Ecuador, Guatemala, México, Mozambique, Panamá, Perú y Venezuela.
Las declaraciones de culpabilidad de ambas empresas no mencionan a Cuba, el estado más corrupto de la región y recipiente de financiamiento de BNDES para restaurar el Puerto de Mariel.
Supuestamente, BNDES subsidia préstamos para acelerar el desarrollo de Brasil. Sin embargo, BNDES fue una fuente clave para el financiamiento internacional de la compañía. Según registros de BNDES, entre 1988 y 2006, otorgó $ 166 millones de dólares en préstamos a proyectos de Odebrecht fuera de Brasil. Pero en 2007, los préstamos subieron a $ 786 millones. Y en 2014, los préstamos alcanzaron $ 1.000 millones de dólares.
Un informe de 2015 preparado por Mises Brasil cita datos de BNDES -obtenidos por la cadena de noticias Spotniks- que muestran que la mayoría de los créditos subsidiados va a grandes corporaciones, varias de las cuales están involucradas en los escándalos de corrupción que se están descubriendo.
Entre los principales beneficiarios de BNDES se encuentran Odebrecht y Braskem. El ex Gerente General de Odebrecht, Marcelo Odebrecht, quien ha sido sentenciado por corrupción y delitos relacionados, y cumple una condena de cárcel por 19 años, acusa que funcionarios del gobierno brasileño y ejecutivos de BNDES solicitaban contribuciones de dinero para la política, a cambio de ayudar a estas compañías a ganar contratos en Brasil y en el exterior.
Los funcionarios del gobierno niegan estos cargos. Pero lo que no puede ser negado es que la clase política está en el ojo del huracán en este épico capítulo de la tragedia brasileña.