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Tribuna

Economía y Sociedad № 92
Agosto-Octubre 2017

1979, año de la libertad

Por Carlos Gómez Droguett, profesor universitario y consultor de empresas

En la madrugada del 9 de noviembre de 1989 cayó el muro de Berlín. Ese día es recordado como el día de la libertad mundial. Ese día se hizo evidente el fracaso del socialismo.

 

Lo que no se ha enfatizado suficientemente son las cuatro experiencias cruciales que anticiparon su caída. Lo notable es que todas se iniciaron en 1979: Deng Xiaoping en China, los Chicago Boys en Chile, Margaret Thatcher en el Reino Unido y Juan Pablo II desde la Iglesia Católica.

 

Deng Xiaoping

A partir de 1979, Deng Xiaoping, de regreso del ostracismo al que Mao lo había relegado, se convirtió en el hombre de estado más influyente del régimen chino. Al introducir revolucionarias reformas económicas de libre mercado, se transformó en el líder de la “reforma y la apertura china”.

​El experimento liberalizador comenzó a fines de 1979 en la ciudad de Shenzhen, provincia de Guangdong, al sur de China, que Deng había gobernado. Situada en la entrada al imponente Pearl River Delta, Shenzhen comparte su frontera sur con Hong Kong, ya en esa época una exitosa colonia británica con la economía más libre del planeta, arrendada a China por 99 años en 1898. Deng declaró a Shenzhen “Zona Económica Especial” y la abrió a la inversión extranjera, liberó los precios, abolió las regulaciones estatales para emprender negocios privados y permitió el libre flujo de personas entre Hong Kong y Shenzhen.

​El impacto de las reformas fue inmediato. En pocos años, Shenzhen pasó de ser un somnoliento pueblo socialista de 30.000 habitantes a una mega ciudad capitalista desarrollada de 18 millones de habitantes. El PIB de Shenzhen creció al 30% anual, lo que atrajo a millones de chinos del interior que buscaban trabajo y bienestar y a billones de dólares en inversión de todo el mundo que buscaban rentabilidad y crecimiento.

Las reformas de Deng muy luego se expandieron al interior para liberar los campos colectivos del “Gran Salto Adelante” de Mao y, gradualmente, a toda China, desafiando al totalitarismo de la Revolución Cultural maoísta. El programa reformador de Deng rescató a millones de chinos de la pobreza y liberó su inmensa creatividad, hasta entonces oprimida por la utopía económica socialista.

 

El historiador de la guerra fría, Odd Arne Westad describió el programa liberizador de Deng como “una contrarevolución económica y reorientación política de aquellas que el mundo nunca había visto”. 

 

La notable y exitosa experiencia china con el libre mercado socavó profundamente los cimientos del paradigma socialista en todo el mundo.

 

Chicago Boys

El historiador Niall Ferguson ha reconocido que la Revolución Liberal chilena se adelantó a la experiencia de Thatcher en el Reino Unido. La particularidad chilena es que no fue liderada por la máxima autoridad política del país, sino por un equipo de economistas liberales que abandonaron sus puestos en prestigiosas universidades y organismos internacionales para ingresar como Ministros de Estado a un gobierno de naturaleza excepcional y encauzarlo hacia la democracia y la libertad.

La prensa, simplificando, los ha llamado los “Chicago Boys”, aunque provenían no de una sino de varias de las mejores universidades de EE.UU. Ellos fueron apoyados contra viento y marea por el Presidente Pinochet y ése será quizá el mayor mérito que le reconocerá la historia al general que encabezó la Junta de Gobierno que reemplazó en 1973 al gobierno de Salvador Allende.

 

El origen de este grupo está en el programa de intercambio que se inició en 1956 entre las escuelas de economía de la Universidad Católica de Chile y de la Universidad de Chicago. Este convenio histórico de transferencia de ideas creó en Chile una masa crítica de economistas que no sólo compartían un mismo diagnóstico sino también las soluciones a las causas de la pobreza y del subdesarrollo del país.

 

En 1975, los Chicago Boys se incorporaron al gobierno y comenzaron a estabilizar la destruida economía chilena para prepararla para el gran salto a la modernidad.

 

Pero es en 1979 cuando se forjó el ambicioso programa de “las siete modernizaciones” que extendió este nuevo paradigma de libertad con responsabilidad a áreas claves como el mercado laboral, las pensiones, la educación, la salud y los distintos sectores de la economía chilena.

 

En julio de 1979 se promulgó la ley sindical que estableció un nuevo modelo en las relaciones entre empresarios y sindicatos, coherente con una economía de mercado abierta plenamente al exterior. Poco después se anunciaron los lineamientos del sistema de pensiones de capitalización individual, que no sólo evitó la quiebra del Estado sino que mejoró las pensiones de quienes hacen el necesario esfuerzo de ahorro y convirtió a cada trabajador chileno en un propietario de capital.

 

Esta verdadera contrarevolución se coronó en 1980 con una nueva Constitución que consagró los derechos individuales de las personas y la democracia limitada. En los años siguientes, se realizó la reforma minera, se privatizaron las grandes empresas estatales y, a través de leyes orgánicas constitucionales, se construyeron las “instituciones de la libertad” que sustentarían la democracia.

 

Estas grandes reformas permitieron a Chile multiplicar su PIB per cápita seis veces, de 4.000 dólares en 1975 a 25.000 dólares en 2016 y reducir la pobreza de 50% en 1975 a 7,8% en 2016.

 

Los ministros liberales demostraron que las ideas tienen consecuencias, al transformar a Chile en ejemplo mundial de cómo la libertad económica libera la creatividad y derrota la pobreza en cualquier lugar del mundo, en cualquier geografía y clima, y sin que importe la raza, la religión o la propia historia. Se probó así que el desarrollo no es privilegio de los países nórdicos o de origen protestante o de climas fríos. El desarrollo es fruto de reformas estructurales profundas ancladas en la libertad económica y en el estado de derecho.

 

Margaret Thatcher

El 4 de mayo de 1979, Margaret Thatcher se convirtió en Primera Ministra del Reino Unido. Thatcher ganó las elecciones como líder del partido Conservador para rescatar al Reino Unido de la parálisis en que lo sumergieron las décadas del consenso socialista y estatista europeo de post guerra.

Casi todas las industrias habían sido nacionalizadas y un tercio de los 25 millones de trabajadores ingleses era empleado por el Estado.

El gobierno subsidiaba a sus empresas y asumía montos crecientes e incontrolables de deuda externa. El mayor gasto estatal para, supuestamente, alcanzar el pleno empleo, paralizó la iniciativa privada y convirtió a los sindicatos en un potente freno al desarrollo por su inflexibilidad ante condiciones cambiantes, como la devastadora crisis mundial del petróleo de 1973 en que el precio, en términos reales, subió en pocos meses de 18 a 120 dólares el barril.

 

Uno de los momentos más humillantes de ese período ocurrió en noviembre de 1976 cuando el Reino Unido se vio forzado a solicitar al Fondo Monetario Internacional un préstamo de emergencia por 4.000 millones de dólares. Un país que siempre fue un referente y fundador del sistema político y económico de la sociedad occidental había sido destruido por el socialismo.

 

La Iron Lady, como la bautizó un diario militar soviético, fue elegida por los británicos para enmendar el rumbo, para crear un nuevo futuro. En los primeros años de Thatcher, el regreso a la austeridad fiscal por medio de reducir impuestos, eliminar subsidios y controles cambiarios y restringir la oferta de dinero, no contuvieron el aumento de la inflación y el desempleo. Y la aprobación popular a Thatcher comenzó a decaer. Sus colegas del partido Conservador, asustados, intentaron suavizar las medicinas, pero Thatcher persistió y en el congreso del partido en 1980 les señaló a sus colegas: “Si quieren ustedes volver atrás, háganlo. La Señora no retrocederá”.

 

El 2 de abril de 1982, Argentina invadió las Falklands. Thatcher envió una fuerza naval a 12.000 kilómetros en el Atlántico Sur y, con el secreto y decisivo apoyo logístico de Chile, derrotó a Argentina y recuperó el control de las islas.

 

En 1983, los británicos premiaron a Thatcher y la reeligieron con una mayoría de 144 parlamentarios en la Cámara de los Comunes. De ahí en adelante, las reformas de Thatcher, que permitieron derrotar a los sindicatos socialistas politizados e intrasingentes, privatizar empresas utilizando el capitalismo popular y desregular la vida económica, colocaron nuevamente a Gran Bretaña en el mapa del desarrollo mundial y constituyeron otra experiencia clave que llevaría al derrumbe del socialismo y a la caída del Muro de Berlín.

 

Juan Pablo II

El 16 de octubre de 1978, el humo blanco de la Capilla Sixtina anunció al mundo que el primer cardenal no italiano en 457 años asumía como Papa: Karol Wojtyla. Un desconocido sacerdote que provenía de detrás de la cortina  de hierro se  transformó en el Papa Juan Pablo II.

Siete meses después, en junio de 1979, Juan Pablo II visitó su Polonia natal. Millones de polacos se liberaron del control político del  gobierno  comunista para  organizar  en

forma independiente una visita impecable, pacífica y multitudinaria de su Papa. La visita de Juan Pablo II desató un movimiento no violento de resistencia cultural y moral de la sociedad polaca frente al régimen totalitario dirigido por la Unión Soviética. Juan Pablo II apoyó expresamente la lucha liberadora de Lech Walesa contra el comunismo. En diciembre de 1990, Walesa asumió como el primer presidente de Polonia post soviético e inició la liberalización de la economía polaca en la línea que habían adoptado con éxito el Reino Unido, China y Chile.

 

Las reformas iniciadas en 1979 por Deng Xiaoping en China, los Chicago Boys en Chile, Thatcher en el Reino Unido y el Papa Juan Pablo II desde la Iglesia Católica constituyen el comienzo del fin de la utopía socialista que dominó el siglo XX. Una nueva era para la humanidad se inició en 1979, el año que renació la libertad, y culminó en Noviembre de 1989 con la estrepitosa caída  del Muro de Berlin. Ese día comenzó de verdad el siglo XXI.

 

Estos reformadores, armados de principios y valores que no transaron, lideraron a sus pueblos y al mundo hacia una ruta de mayor libertad y prosperidad. Ellos restauraron a la libertad individual como principio fundante del orden social y a los mercados libres como impulsores del desarrollo económico.

 

Los principios que aplicaron estos reformadores son los motores del inmenso desarrollo tecnológico y del aumento sin precedentes de la calidad de vida que disfrutamos en los albores del siglo XXI, nunca antes alcanzados por la humanidad.

Para Segunda Lectura
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